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Milei y Lenin

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Quizás para el periodismo frívolo que transita por nuestra especie pueda parecer paradojal poner en un mismo plano a tales figuras, las que en cambio desde nuestro punto de vista poseen muchos puntos en común que es necesario, en tiempos de gran confusión, poner de relieve. Diremos al respecto que a pesar de los severos contrastes que puedan saltar a primera vista hay un conjunto de hechos que los asemeja. Tanto Lenin como Milei alcanzaron el poder casi de golpe y de la nada en forma por demás inesperada. En ambos casos sus partidos eran pequeños y con escasa significación electoral, pero aun así  se produjo como de golpe y desde lugares diferentes, uno desde exilio y otro desde la televisión y la farándula, es decir lugares opuestos a donde se establecen habitualmente las normas de los partidos políticos para el ascenso de sus candidatos, un salto repentino que les permitió alcanzar el poder de manera fulminante. Y además de ello en los dos casos fueron fuerzas foráneas lanzadas al favorecimiento de la política del propio país las que impulsaron su arribo al poder. Recordemos que Lenin llegó a Rusia en un tren blindado especialmente fletado por los alemanes en guerra con la finalidad expresa de que dicho país, una vez que éste alcanzara el poder en el aprovechamiento de la circunstancia de crisis terminal del régimen zarista, se retirara de la contienda firmando una paz sumamente ventajosa para ellos, lo que se concretaría luego en los famosos acuerdos de Brest Livosk. En el caso del argentino es notorio el respaldo simultáneo que ha recibido de las principales potencias globalizadoras tales como  Israel, o  los EEUU o Gran Bretaña debido también en este caso a una inusual entrega y recompensa que les habría de otorgar por los favores recibidos para alcanzar el mando del Estado. En el caso de los EEUU, en tanto ha prometido asumir su moneda como medio de pago a través de la por él tantas veces mentada dolarización con la consecuente supresión del peso, por lo que, en forma totalmente gratuita y a cambio de papel impreso pintado, le permitiría quedarse con una gran cantidad de riquezas; en el de Gran Bretaña, tal como ya ha acontecido por el expreso reconocimiento de su soberanía y del autogobierno kelper en las Malvinas por lo que le permite reclamar soberanía en la Antártida que es en la actualidad el principal reservorio de agua dulce del planeta. Y respecto de Israel es notoria su maniobra disolvente para la Argentina cuando en medio del tronar de la guerra del Medio Oriente y del exterminio palestino por el mismo celebrado de manera entusiasta, que haya derogado por decreto una ley de Tierras que imponía límites a la compra de territorio por parte del extranjero, por lo cual el sionista de aquí en más puede comprar a su antojo millones de hectáreas, tal como hiciera en Palestina antes de la constitución de su Estado, esta vez con la finalidad de implantar el Israel del Sur o Andinia, anticipado por su profeta Teodoro Herzl en su obra esencial El Estado judío.

Pero muchos dirán que hay una diferencia insalvable entre ambos políticos en el hecho de que mientras que Lenín era comunista, Milei es en cambio un anticomunista rabioso que denuncia como perteneciente a tal ideología, por él reputada como demoníaca y disolvente, a todos aquellos que sostienen la soberanía del Estado sobre la nación. Sin embargo en tal caracterización se parte de un desconocimiento esencial en cuestiones ideológicas y doctrinarias.

Y para ello es necesario hacer una acotación indispensable, en especial en estos tiempos de ignorancia vacuna por los que estamos transitando en vísperas de la conclusión de un ciclo. En realidad comunismo es justamente lo que sostiene el señor Milei ya que significa, sea de acuerdo a lo sostenido por Marx como por Lenin, sociedad sin castas y sin Estado. Es decir un orden igualitario en donde la humanidad se gobierna a si misma y se autorregula del mismo modo que el famoso mercado del cual habla hasta el cansancio el antes aludido. Sin embargo es de acotar que, si bien en sus objetivos finales sostenían lo mismo, dichos autores discrepaban con los anarquistas de su tiempo y a los cuales suele remitirse el aludido Milei, como Proudhon, Bakunin o Kropotkin, en el sentido de que ellos reputaban que esa sociedad ideal y sin Estado que todos por igual proponían como una meta era algo que se podía lograr tan sólo a través de un trabajoso aprendizaje por el cual la humanidad se educara previamente para lograr autogobernarse eliminando todos los residuos aun existentes inculcados por las castas anteriores, sea la política guerrera, como la burguesa y reputaban que era la casta proletaria, la que no tenía nada que perder sino sus cadenas, la encargada de eliminar los últimos residuos del Estado, meta ésta, lo reiteramos, compartida también por el Sr. Milei quien manifiesta que el Estado es una institución delictiva que debe ser eliminada sin más. Y al respecto aquí había una discrepancia entre Marx y Lenin en el sentido de que el primero reputaba que no podía saltarse de la etapa feudal a la socialista directamente, sino que había que pasar previamente por una revolución burguesa, por eso consideraba que la revolución que iba a conducir hacia el comunismo o sociedad sin castas ni Estado, debía hacerse en aquellos países que hubiesen ya desarrollado tal etapa, tales como Inglaterra o Alemania, pero en ningún caso la Rusia zarista que aun estaba atravesando por la fase feudal. Lenin en cambio, y tal como veremos también Milei ahora, reputaba que era posible saltear etapas y que podía llegarse rápidamente del feudalismo al comunismo anarquista a través de una férrea dictadura que, si bien calificó pomposamente con el nombre de proletaria, en realidad, al no existir casi una clase tal en Rusia, en los hechos fue ejercida por el propio partido de manera totalitaria y sanguinaria como aun continúa en nuestros días a través del tirano Putin. Al respecto digamos que fue válida la crítica que en su momento le formulara Bakunin a Marx y de lo cual Lenin ha sido el mejor ejemplo, refiriéndose a su pretendida dictadura proletaria. Según éste la misma, lejos de desaparecer para dar cabida al comunismo anarquista, por el contrario se iba a hacer cada vez más dura y crecería siempre más tal como vemos ahora de manera ultra evidente.

Al respecto el señor Milei también concuerda con Lenin y Marx al sostener la necesidad de un Estado represor previo a la instauración de la sociedad sin castas ni Estado. Es justamente lo que hemos visto ahora en la República Argentina con presencias policiales masivas que interfieren de manera sumamente dura y contundente frente a la protesta popular ante sus medidas económicas. Y esta presencia mayor del Estado de la que existía con gobiernos anteriores contrasta con su pretendido anarquismo por el cual expresa que dicha institución debe perecer y ser suplantada por el autogobierno de la sociedad. Incluso ha llegado a decir que los vecinos deben administrar las calles y cobrar peajes, que no tiene que haber hospitales públicos y que la enseñanza debe ser privada entre otras tantas cosas. Es decir que su postura es más cercana a la del marxismo que al del anarquismo propiamente dicho pues él no sostiene la desaparición inmediata del Estado, sino como el producto de un proceso de educación y evolutivo. Sin embargo -y como manifestamos en esta nota- se parece más a Lenin que a Marx por su voluntarismo. En los dos casos sea en el de Lenin como en el de Milei la destrucción de la casta burguesa, mentada como meta por ambos para la eliminación de la institución estatal sobreviene no por evolución natural como sostenía Marx sino a través de la astucia y del aprovechamiento de los impulsos crematistas de la burguesía los que la conducirían a su autodestrucción facilitando así la constitución de la sociedad ideal sin castas y por lo tanto sin Estado. Así pues fue famosa la explicación que Lenín le daría a un miembro del Comité Central de su partido cuando, luego de que se le hiciera notar en los primeros tiempos de su gobierno el gran peligro que significaba la oposición de los partidos de la burguesía, manifestó casi textualmente. ‘No os aflijáis camaradas pues cuando todo esté por perecer le lanzaremos una soga a la burguesía con la que la terminaremos ahorcando’. A lo cual alguien le preguntó con sorna. ‘Y de dónde sacaremos el dinero para adquirir esa soga?’ A lo cual le contestó: ‘La misma burguesía nos hará una licitación para vendérnosla’. Es decir que Lenin, captando con sagacidad el espíritu burgués se daba cuenta de que para ésta el dinero, cuya acumulación se le había convertido en una actividad compulsiva, valía más que la defensa de los principios.

Al respecto es parecida la conducta que Milei asume respecto de la casta burguesa expresada por sus partidos, la cual, a pesar de todos los agravios padecidos en su contra y de la expresa manifestación de su pronta desaparición, está dispuesta a conciliar con él firmando pactos que la perjudicarían en el futuro con tal de recibir a cambio y en lo inmediato recursos económicos.

Por último alguno dirá que no puede ser tal analogía porque mientras que el aquí aludido es capitalista, el bolchevique en cambio sostenía el socialismo. Al respecto hojeando la principal obra de Lenin, El Estado y la revolución, constatamos lo siguiente. Que en tanto que Rusia no había aun alcanzado el capitalismo y estaba todavía en el feudalismo, al ser tal sistema el paso previo a conseguir, la acumulación primitiva de capital debía efectuarse a través del Estado el cual se convertiría en un capitalista más compuesto por los integrantes de su partido, la famosa nomenklatura, y llega a decir también que su modelo de Estado es la empresa Taylor de correos de los EEUU país admirado enormemente por el aludido Milei.

Es decir que Lenin como Milei fue en última instancia un defensor del capitalismo el que aplicó a través de su Estado (1).

Pero hay a pesar de todo una diferencia significativa entre ambos y que no debería descuidarse. Al parecer Lenin tuvo una afección cerebral cancerosa al final de su vida y mientras se hallaba al mando del Estado y que fue precedida por instancias de confusiones doctrinarias y relativas a su percepción de la realidad, lo cual ha sido magistralmente relatado por el cineasta ruso Sokurov en su inolvidable Agonía de Lenin en donde muestra al aludido en su estado de paulatino colapso mental hasta arribar al fallecimiento. En el caso que aquí nos compete pareciera ser que esa anomalía, aun sin haber arribado a la agudeza de los últimos días del soviético, estaría presente ya ahora tras escuchar sus incoherencias y tendencias al irrefrenable improperio, aunque no nos consta en manera alguna que como el caso de Lenin se trate de una metástasis cancerosa. Será entonces cuestión de esperar el desenlace para saber si quienes en vida coincidieron también lo harán en los últimos instantes terminales.

 

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(1) Es al respecto interesante su solución respecto de la acumulación primitiva de capital que de acuerdo a la teoría marxista la lograba el capitalista mediante la extracción de la plusvalía al obrero. En este caso, al ser la dictadura proletaria (bien sabemos que casi no había proletariado en Rusia) entonces había que extraérsela al campesino.

 

Marcos Ghio

4/03/24

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